Comentario
Tras su victoria en Sicilia, los aliados se reorganizaron para el asalto al continente. El fácil triunfo en la isla no les animó, sin embargo, a lanzarse decididamente a por la victoria. Mientras el supremo jefe aliado occidental, Eisenhower y el jefe del 15.° Grupo de Ejércitos, Alexander, planificaban sus próximos movimientos, en media docena de puntos se gestionaba la rendición de Italia. Los aliados disponían en esos momentos de una perfecta información sobre la presencia en Italia de 17 divisiones alemanas, muy repartidas en toda la geografía de la península; sabían, también que las fuerzas de la Luftwaffe eran escasas tras el desgaste sufrido en Sicilia y podían contar con la neutralidad o, incluso, con el apoyo de las tropas italianas y de su Marina.Todo les era favorable para lanzar un ataque a la altura de Roma. Incluso los alemanes lo esperaban y habían dividido el mando en Italia en dos sectores. El Sur, bajo el mando de Kesselring, y el Norte, a las órdenes de Rommel. El grupo de ejércitos -exiguos, por cierto- del Sur prácticamente componían una presencia simbólica, una fuerza destinada al sacrificio, porque Berlín sólo confiaba en conservar el norte y presentar batalla y decidida resistencia en la Línea Gótica.Pese a esto, aún cargados de presentimientos por el desastre de Dieppe, los angloamericanos se decidieron por una política mucho más conservadora, que lamentarían durante todo un año. Montgomery atravesaría con su 13.° Cuerpo de Ejército el estrecho de Messina, protegido por los cañones de la escuadra y una gran superioridad aérea y avanzaría por la bota italiana, acelerando su ritmo con desembarcos en la retaguardia alemana. El resto del 8.° Ejército de Montgomery desembarcaría en Tarento, Brindisi y Salerno.La segunda gran operación sería precisamente Salerno. Allí golpearía con todas sus fuerzas al 5.° Ejército norteamericano, apoyado por fuerzas británicas. El general Clark tendría el mando del desembarco.El día 3 de septiembre comenzaron las operaciones. Montgomery apenas halló resistencia, pues los alemanes se retiraron, combatiendo sólo en posiciones muy favorables.El 8 de septiembre se puso en marcha la gran flota de invasión. Eran 463 buques de transporte y guerra, que conducían hacia Salerno a 70.000 norteamericanos y cerca de cien mil británicos. En esa fecha se comunicó a las tropas la firma del armisticio italiano, medida poco acertada que relajó la tensión combatiente.Y mientras esta fuerza avanzaba hacia la península italiana, se alejaba de ella la flota italiana, que abandonó sus bases para internarse en Malta en cumplimiento de los acuerdos con los aliados. Los alemanes hicieron a sus ex-aliados un regalo de despedida: con una bomba teledirigida hundieron el acorazado Roma, en el que perecieron más de mil marineros.En la madrugada del 9 de septiembre cayeron sobre Salerno. Fue en principio un paseo militar. La única división alemana de la zona se retiró hacía el interior y el día 11 estaban los aliados sólidamente establecidos sobre un centenar de kilómetros de costa, con un máximo de 16 kilómetros de profundidad.El día 12 atacaron los alemanes, tratando de romper las líneas de Clark en la zona del río Sele, que separaba a norteamericanos de británicos. Kesselring concentró seis divisiones sobre la zona norteamericana y avanzó imparable. Clark hubo de recurrir a todos sus recursos, incluidos cocineros, músicos y oficinistas y la división paracaidista Airborne; -preparada para atacar Roma- para frenar el ataque,Los alemanes llegaron a menos de 7 kilómetros del mar. Kesselring pidió fuerzas a Rommel, que quiso concederlas: mientras Clark requirió el auxilio de la flota, que acudió en su ayuda con los cañones de 18 buques de guerra, que pararon en seco a los alemanes. La ofensiva quedó paralizada el día 16 y a partir de ahí la Wehrmacht comenzó a replegarse.Mientras los angloamericanos de Clark "bordeaban el abismo", en frase del propio general norteamericano, Montgomery continuaba su avance a buen ritmo, ayudado por los desembarcos de Pizzo, Tarento y Brindisi y enlazaba con la cabeza de playa de Salerno cuando ya los alemanes se replegaban.El golpe de Salerno, que causó a los aliados 5.674 bajas y las pérdidas de varios buques, acentuó las cautelas de Eisenhower y Alexander que escribía: "Si en Salerno no hubiéramos dispuesto de una completa superioridad aeronaval, el desembarco habría fracasado".Sin embargo, aun eran días felices. Los alemanes libraban una débil batalla defensiva y el progreso aliado era arrollador. A comienzos de octubre eran dueños de la línea Nápoles-Foggia; a mediados de mes alcanzaban la línea Capua-Térmoli y seguían avanzando hacia los Abruzzos, donde Kesselring, nombrado comandante en jefe de Italia al frente del Grupo de Ejércitos C, les esperaba en la línea Gustav, cuyo eje era Montecassino. Ahí comenzaría realmente la campaña de Italia.